21 febrero 2015

Mis músicos no afinan

Primero se juntan los ingredientes, muy despacio se une la masa... Un cacho de esto, otra pizca de aquello y finalmente sale algo informe, que necesita el calor preciso como de un vientre, como el de un cáliz femenino, como la jungla o el sol de la altura. En cuanto es excesivo el calor, todo acaba mal, en cuanto es demasiado poco, todo acaba mal o queda informe. Transformando en santa alquimia el proceder de la fábrica... la masa...  difícil conseguir que el crisol no se hunda en las fauces de los leones, las águilas y los dragones.

Cuando miro a casa, cuando pienso..
en el abrazo, en el sufrimiento
de los transeúntes doblados
de esos que van por el altiplano,
o cuando veo las caras curtidas.

Mis músicos no afinan, templan.
Mis hermanos no hablan, cantan.
Latinoamérica anda llorando todo el día
Y ahora sé que manos disfrutan
del esfuerzo ajeno, del dolor.

Los monstruos del dinero hacen trampas y estafan, compran voluntades frágiles, los monstruos del suelo destruyen los bosques y los prados, dejan un manto uniforme verde resistente al veneno y del cual no somos resistentes, los monstruos de las montañas primero las perforan, luego las voltean, doblan los ríos descongelan los cielos. Alguna vez un hombre viejo y sabio me dijo, la ridiculez del hombre llega a tal punto de desenterrar y derrumbar montañas, para luego vuelven a enterrarla como lingote en otro lugar del mundo. Los monstruos de la guerra revolotean, como aves de rapiña, introducen sus bases, conquistan las islas, nos declaran terroristas, nos indican sobre los derechos, esos que incumplen todo el tiempo.

Cuando miro a casa, cuando entiendo
que este mundo hermoso y diverso
está siempre al borde, sufriendo los embates
de los monstruos inescrupulosos
que oprimen al libre, al diferente.

Las aves de rapiña no buscan alimento
no es riqueza lo que quieren
abogan por hundir a los libres
abogan por callar las voces
de cada uno de mis seres,
que son libres, que son hermanos

Miles de veces recordaré, miles de veces repetiré cada vez que recuerdo fruto de sus manos tibias, cada vez que el poeta levanta su voz, cada vez que el músico abre sus fauces, ejecuta su son, cada vez que la mujer se encuentra a la par del hombre, cada vez que el dios es tan importante como el suelo, como la luna o el sol, que mis músicos no afinan, templan. Y repetiré:

Mis músicos no afinan, templan.
Mis hermanos no hablan, cantan.
Latinoamérica anda llorando todo el día
Y ahora sé que manos disfrutan
del esfuerzo ajeno, del dolor.

16 febrero 2015

Penumbra

En la penumbra de los días puede pasar el tiempo despertando para beber, fumar y volviendo hacia la oscuridad. Las horas del ocaso tienen la absoluta certeza de los sueños perdidos, del tiempo que se esfumó. Ya nada sostiene el aliento y un ave negra como el manto que cubre sus ojos ronda y acecha. En el confín de la habitación moran impíos seres que se parecen a extraños seres mitológicos jugando a hacer trizas los segundos, apostando en un burdel de penurias cuál será la hora exacta en que exhale la última bocanada nauseabunda. Los felinos rondan y aguardan, sabiendo que del brazo del amo viene el sustento, ellos no quieren ser abandonados. Ellos pueden ver los seres y el ave, y lloran y miran penetrantes esa esquina, guardianes del infierno abogan por quien ya no quiere transcurrir.