Por fin ha vuelto el frío, ya me estaba cansando del Sol constante, el calor durante el día agobia el pensamiento. Parece que en este rincón de la Tierra mister otoño ha desaparecido. Sin vueltas llegó un invierno gris a hostigarme.
¿Se puede ser tan vulnerable? ¿Dónde venden gamulanes para el alma cuando hace frío y el día está de plomo?
Ayer caminé por la ciudad, las personas renegaban porque la campera era incómoda. No pensé demasiado, me di cuenta de las falacias bastante rápido, era obvio y me pregunté ¿de qué reniegan los que no tienen campera? Sonreí y busqué la respuesta. Allí acabó mi sonrisa. La ironía no podía abarcarme demasiado al ver que renegaban por las violaciones a la condición humana. Pero era lógico que los últimos renegaran por esto, eran los damnificados, como así también era lógico que los primeros renegaran por la incomodidad de la campera, pues no carecían de ella ¿Será que el fin último es renegar?
En fin, quería contar otra cosa, y es que me sentía demasiado vivo cuando me dolía la cara hostigada por el viento, no es que me guste flagelarme para sentirme vivo, pero la naturaleza simplemente había decidido recordar la propia existencia. Un amigo, que estaba postrado me comentó hace algún tiempo -tengo miedo cuando deja de doler, ya me estoy yendo.-
Así me encontraba ayer, demasiado vivo, hasta el punto en el cual mi existencia me molestaba.
Buena jugada la del invierno gris. Me encontró descuidado, no tenía un abrigo para el alma.
06 septiembre 2006
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1 comentario:
Si uno supiera dónde se venden los abrigos, no estaríamos tan cagados (al menos de frío)
Mara
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