Bien, dejé mis cosas en la cama, me puse la campera y salí a la ruta a esperar el colectivo que me llevara. Llegué al bar y me tomé un par de cervezas con un amigo, después otro par, pero nada podía suceder, esperábamos con complacencia a los músicos que venían con la manía de hacerse esperar. Al rato apareció el morocho y el pelado. Si señores un tipo de rulos perfectamente ennegrecidos, tez trigueña y un gordito pelado. Ambos con una guitarra colgada al cuello. Vino el discurso de rigor y cuando todo podría haber comenzado tranquilamente los tipos explotaron y envenenaron de blues todo el maldito bar. Si señores, Don Tapia y Don Raffo se habían tragado un par de negros de alabama esa noche. Tapia largó con la guitarra y comenzó a cantar con toda la potencia, la bronca y la melancolía que podían entrar en el edificio. Oh, cuanta emoción me abarcaba en ese momento, estuve con la piel de gallina una media hora o más hasta que me logré adormecer un poco con otra cerveza más. Caldonia, Café Madrid, LongChamps Booggie, etc, etc y todas esas cosas de negros... Cuanta emoción. Después me volví, pero no como había salido, con el alma un cacho más llena.
Ahora ya he vuelto a la normalidad.
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